< ÍNDICE DEL MANUAL DE DIRECCIÓN COMERCIAL Y MARKETING
Cuando hablamos de la comunicación solemos entenderla como un proceso elástico, pero al aplicarla a las empresas tenemos que encuadrarla en una programación meditada, en la que estudiemos tanto el entorno como la propia naturaleza de la organización y sus objetivos.
En esta complicada labor, existen algunos principios fundamentales que pueden sernos de gran ayuda, pero también una serie de preguntas que tenemos que preocuparnos por responder.
Nos basamos en 4 claves básicas
Cada organización utilizará premisas diferentes, pero existen cuatro claves que suelen definir a las estrategias exitosas. Sea cual sea nuestro camino, siempre deberíamos centrarnos en los receptores de nuestra comunicación, es decir, en nuestros clientes.
Nuestro objetivo no es lanzar mensajes, sino hacer que estos produzcan una respuesta en el mercado. Es decir, que persuada y dirija al consumidor. No es sencillo, pero en lugar de intentar contar cosas, tenemos que comprender cómo utiliza el cliente el anuncio.
Por otro lado, nuestro mercado objetivo puede no ser homogéneo y podría ser un error tratar de comunicarnos con todos al mismo tiempo. La comunicación debería ser lo más próxima posible a cada consumidor y por ello, tendremos que planificar muy bien cada acción, estableciendo objetivos precisos para cada una de ellas.
Partiendo del mercado, lo mejor es plantear un posicionamiento original. ¿Cuántos negocios hay como el nuestro ahí fuera? La buena noticia es que una gran parte de ellos no se preocupan por explotar su creatividad, y en mercados locales podemos utilizarlo como una ventaja competitiva.
La comunicación original, en su justa medida, también debe ajustarse a la imagen de la marca, no intentemos aplicar las estrategias ajenas. Marquemos nuestro estilo en los anuncios, seleccionemos los medios con cuidado y creemos estrategias en base a nuestro entorno, sector y mercado.
Manos a la obra
Tenemos claras algunas claves, pero las apliquemos o no, la fase de planificación debería responder a una serie de preguntas, partiendo de las correspondientes a nuestro presente.
¿Cuál es nuestra posición actual? Vamos a estudiar nuestras circunstancias y cuál es la posición de la empresa en el mercado. Es importante que atendamos a ciertos puntos para responder a la pregunta:
- Competencia: ¿qué productos o servicios como el nuestro hay en el mercado? ¿qué productos o servicios sustitutivos compiten con nosotros?
- Contexto: ¿cómo es el contexto económico en el que nos movemos? ¿qué problemas afectan a nuestro mercado?
- Naturaleza interna: ¿qué proceso sigue el cliente para comprar? ¿qué políticas empresariales afectan a nuestro departamento comercial?
Podríamos seguir ampliando estos puntos, pero con los comentados entenderemos la dirección de esta labor, que irá seguida de una nueva pregunta: ¿Por qué estamos aquí?
Ha llegado el momento de pensar hipótesis sobre las causas que nos han llevado a estar donde estamos y preguntarnos cómo se relacionan estos factores. Con una buena hipótesis tendremos una buena base, pero muchos se preguntarán ¿qué tiene que ver esto con la comunicación?
Si no sabemos dónde estamos y por qué, será imposible plantear unos objetivos del futuro, siendo realistas y tratando de analizar dónde podríamos estar, respecto a los resultados actuales.
En esto interfieren tanto las inversiones en marketing, producto, posicionamiento de marca y, muy importante, para la comunicación: la personalidad de la marca.
El objetivo de todo esto es establecer cómo podemos influir sobre las pautas de compra de los clientes para lograr nuestros objetivos. No podemos plantear la estrategia sin un estudio global del negocio pues debemos ver el camino para ser efectivos.
Entre las necesidades que podemos descubrir está la posibilidad de aumentar la inversión publicitaria como motor para aumentar las cifras de negocio. Podremos dirigir la publicidad para atacar a la competencia, mejorar los procesos de compra o para fortalecer nuestra imagen, pero sin información no lograremos nada.