Frédéric Bastiat fue un economista francés (1801–1850), defensor del liberalismo moderado, que divulgó sus teorías y pensamientos utilizando algunas paradojas y sofismas fácilmente comprensibles, que entierran una compleja realidad económica.

Entre los más conocidos encontramos la «paradoja del cristal roto» y la «petición de los fabricantes de velas», que vienen a enseñarnos que tras todo beneficio aparente existen costes ocultos que deben analizarse a largo plazo, antes de sacar conclusiones definitivas sobre las medidas económicas que las originaron.

El cristal roto

En esta historia, Bastiat describe cómo un niño rompe el cistal de un comercio. Aunque en un principio es considerado como un acto de vandalismo, hay un razonamiento que nos hace ver que realmente fue algo bueno para la comunidad.

Esto se basa en el flujo económico en cadena iniciado por la rotura, ya que al hacer que el comerciante tenga que comprar un cristal nuevo, este entrega dinero al cristalero, que podrá usarlo para consumir pan, lo cual ayudaría a que el panadero pudiera comprarse unos zapatos nuevos y que este pueda seguir comprando cosas.

Con este ciclo de compra y venta podría llegar a pensarse que la destrucción de un bien sería positivo para toda la sociedad a largo plazo, cuando realmente se está ignorando el daño producido y el hecho de que el cristal roto está irremediablemente perdido, haciendo que el comerciante disponga de menos dinero que a su vez se traduciría en un proceso de «no consumo».

La paradoja nos enseña que los efectos de un suceso económico no solo se debe analizar por el beneficio aparente sino por sus costes ocultos. ¿Y si todos nos pusiéramos a romper cristales? ¿acabaríamos con la crisis o empobreceríamos a los comerciantes? y si esto pasara… ¿no produciría más desempleo y crisis?

Un ejemplo lo tenemos con el «Ecce Homo» de Borja. ¿La nefasta restauración ha sido beneficiosa para esta localidad? Ha traído turistas y generado negocio, pero solo se puede considerar bueno o malo analizando el coste de la pérdida cultural respecto al bien generado a largo plazo. Si su fama es efímera, el coste podría superar al beneficio, aunque ahora mismo no sea tan evidente.

Petición de los fabricantes de velas

En 1845, Bastiat escribió uno de sus paradojas más conocidas, incluida en su libro «Sofismas económicos», en el que se insta a la cámara de diputados a bloquear la luz del sol.

El razonamiento de tal excentricidad se basa en que el astro rey actuaría como competencia extranjera ante la producción nacional de velas. Si siempre fuera de noche, la industria produciría beneficios astronómicos al aumentar la producción y el empleo.

Como curiosidad, este mismo hecho se planteó de una forma similar en un conocido capitulo de la serie «Los Simpsons» en el que el malvado señor Burns bloquea el sol para enriquecerse aún más gracias a su central nuclear. De una forma u otra, finalmente no resultó beneficioso ni para él mismo.

El argumento de Bastiat va más allá y se extiende por toda la economía gala, afirmando que sería positivo para múltiples sectores, incluido el agrícola, pese a la clara contradicción de necesitar sol para los cultivos.

El razonamiento trata de demostrar mediante una hipérbole que la defensa de los productos nacionales ante lo extranjero, resulta forzada y que debe permitirse que se desarrolle la libre competencia. Y es que ¿bloquear el sol no tendría costes ocultos? Sin duda Bastiat tenía una forma muy original de defender sus ideales.

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Imagen | Nesster

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