Una de las principales causas de desmotivación en los puestos de trabajo parte del desconocimiento preciso de las funciones que deben realizarse en el mismo, lo cual desubica al empleado e impide que se sienta vinculado con los objetivos de la organización.

Por otro lado, algunos profesionales se encuentran desarrollando actividades muy diferentes a las expuestas durante la fase de reclutamiento, lo cual produce un desencanto evidente cuando se inicia la relación laboral, que se extiende hacia unas peores perspectivas de futuro.

Estos dos primeros factores ya nos dibujan una línea respecto a lo que puede acabar con la motivación en una empresa: la falta de organización, liderazgo y los problemas de comunicación. En esta línea, se produce desmotivación cuando solo se convocan reuniones por cuestiones negativas o cuando se desprecian los avances del empleado, lo cual puede desembocar en unos pensamientos recurrentes: «nunca reconocen mi trabajo», «solo se fijan en lo malo».

Por tanto, sacar los puntos negativos de las tareas bien hechas o simplemente no reconocer los logros de los empleados, también les afecta cuando se produce de forma continuada, haciendo que crezca su desapego por el trabajo y que se reduzca el rendimiento.

Sumemos esto a otra posibilidad: que no se retribuya correctamente a los empleados respecto a la carga de trabajo. Supongamos que en un mismo departamento hay dos empleados y uno de ellos carga con un gran volumen de trabajo y el otro con una pequeña carga. ¿Sería justo que ambos obtuvieran la misma remuneración aún estando en el mismo puesto?

No debemos plantearnos el sueldo como propio de un puesto en general, sino como parte del trabajo realizado. Es decir, generalizar con los salarios y no premiar el esfuerzo psicológica y económicamente, produce una gran frustración en los trabajadores y se lanza un mensaje equivocado. Para ello deberemos contar con formas de medir la productividad y con una buena distribución de las cargas.

La justicia en la empresa es cuestión de oportunidades, es decir, de permitir que todos puedan ganar más mediante la consecución de resultados que dependen de su propio esfuerzo.

Siguiendo con los factores de desmotivación nos encontramos con la delegación no efectiva, que se da cuando un jefe entrega los poderes para realizar un trabajo, pero luego no proporciona autonomía o da marcha atrás a la decisión dejando al trabajador con una sensación de fracaso y falta de confianza.

Por último, este liderazgo también puede desmotivar cuando no dan ejemplo sobre aquello que se le exige al resto de trabajadores y cuando no se establece una comunicación de ida y vuelta dentro de la organización, aislando a los empleados de los órganos de dirección.

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Imagen | Helga Weber

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