Tras ser derrotados en la primera Guerra Mundial, el imperio alemán, posteriormente conocido como la República de Weimar, sufrió una gran tormenta económica a raíz de las compensaciones de guerra que debió pagar por los daños causados durante el conflicto. Las emisiones de papel moneda que se realizaron para ello, causaron una hiperinflación durante los años 20, que se tradujeron en un malestar social que ayudó a impulsar al nazismo hasta el poder.
Ya durante la guerra, los marcos de oro se habían devaluado notablemente, pero para pagar los importes impuestos por las potencias ganadoras tras el conflicto, el imperio decidió imprimir de urgencia un nuevo tipo de papel moneda (el PapierMark) que no contaba con respaldo en oro, por lo que no estaba garantizado su valor.
Una inflación histórica
Las compensaciones que debía pagar el imperio tuvieron una cuantía sin precedentes y tras el primer pago realizado en 1921, el marco comenzó a devaluarse. La deuda total resultaba mayor a todas las reservas de oro del país, por lo que el PapierMark parecía una de las pocas alternativas para hacer frente a estas obligaciones apoyándose para ello en la devaluación iniciada.
La compra de monedas extranjeras se aceleró, pero para ello utilizaron bonos del tesoro y otras deudas, que produjeron un hundimiento aún mayor del marco. En cuanto las grandes potencias observaron los movimientos de la moneda alemana, se preocuparon por estar siendo pagados con moneda devaluada sin respaldo en oro, exigiendo el pago en recursos naturales.
Esto no hizo más que empeorar la situación económica del país y aumentar la amenaza bélica, ya que la escasez de estos recursos dentro del país causó un fuerte aumento de precios que afectó a la población, pero también aumentó la desconfianza entre el resto de potencias mundiales que exigían sus compensaciones.
El gobierno imprimía moneda a un ritmo muy acelerado para hacer frente a sus obligaciones, lo cual produjo un exceso de moneda que también terminó afectando a los precios junto a la propia devaluación, por lo que se terminó con una hiperinflación que encareció sobremanera la vida de los alemanes.
En una misma semana podían vivirse cambios drásticos en los precios, por lo que el consumo disminuyó y se tradujo en un aumento aún más fuerte. De hecho, los ciudadanos no pudieron protegerse de este fenómeno pues no les resultaba posible comprar monedas extranjeras, ya que en su gran mayoría estaban en poder del gobierno.
El caldo de cultivo del nazismo
El dinero que estaba en los bancos perdió gran parte de su valor. El marco llegó a resultar tan insignificante que algunos países como Bélgica y Francia se negaban a cobrar las indemnizaciones en esta divisa, por lo que ocuparon el epicentro alemán de producción de acero, carbón y acero hasta 1925, con el fin de garantizar el cobro en materias primas: Ruhr.
El malestar social ante la invasión produjo algunos intentos de golpes de estado en el imperio alemán, incluyendo el golpe fallido de Hitler conocido como el “Putsch de Múnich”, que desembocó en un cambio de estrategia para alcanzar el poder.
El trueque volvió a muchas comunidades alemanas como muestra del fracaso de las políticas monetarias, que finalizaron cuando se detuvo la impresión del depreciado papel moneda y se acuñó una nueva divisa llamada Rentenmark en 1923. Para garantizar que tuviera respaldo, se impuso una hipoteca sobre todos los bienes industriales que sustituiría al oro, escaso para tal labor.
Pese a esto, la sociedad ya había comenzado a culpar a los banqueros (por la pérdida de sus ahorros) y a los especuladores ( por buscar enriquecerse con su desgracia), impulsados por los mensajes gubernamentales y de los medios de prensa que señalaron a los judíos como culpables, ya que eran muy representativos en las actividades financieras.
Durante algunos años se alimentó esta percepción para ocultar la mala gestión del déficit, convirtiéndose en el caldo de cultivo para muchos de los ideales nazis.
El malestar social y la promesa de recuperar la grandeza de un imperio hundido ayudaron a aupar hasta el poder al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, que había incubado odios y resentimientos contra el resto de potencias europeas y contra los ciudadanos judíos en general… el resto ya es historia.
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