Cruzadas

En el Concilio de Clermont del 27 de noviembre de 1095, los cristianos fueron convocados por el Papa Urbano II para ocupar la ciudad santa, respondiendo con contundencia al llamado. Más de 18 mil campesinos armados e identificados con cruces de trapo en sus ropas, cargaron contra Jerusalén en conquista de unos terrenos que consideraban injustamente ocupados por los musulmanes turcos, dando origen a las terribles Cruzadas.

Muchos han estudiado esta etapa oscura de la historia, concluyendo que la religión no fue el único detonante de estos acontecimientos, pues los intereses políticos, comerciales y económicos tuvieron un peso destacado.

La base del conflicto

Los pueblos europeos compartían unas fuertes raíces cristianas, por lo que encontrar un enemigo común resultaba sencillo y podría terminar con algunas rencillas internas que causaban inestabilidad política y económica entre vecinos. Los conflictos internos se convirtieron en cooperación para luchar contra el Islam y se fortaleció la propia figura del papado.

La motivación principal fue fundamentalmente religiosa, pero el llamado iba más allá, prometiendo tierras, títulos, fama, riqueza, condonación de pecados a los fallecidos en batalla…

Además, existía un gran deseo por abrir vías comerciales con Oriente, lo cual no era posible por la ocupación sarracena del Mediterráneo. De esta manera, Génova participó en las cruzadas mediante una gran flota de apoyo en 1907, logrando el privilegio de crear el primer centro comercial en el Mediterráneo Oriental. Abierta esta vía, todas las cruzadas que vinieron después priorizaron la defensa marítima para favorecer a los comerciantes.

En esta primera cruzada hay que diferenciar dos fases, la cruzada de los campesinos de 1095 con la de los caballeros de 1096, cuya formación resultó imprescindible para ocupar la ciudad en 1099 mediante un acuerdo con Alejo I de Constantinopla.

Este hecho sería el preludio de lo que caracterizaría a las siguientes cruzadas: ejércitos «profesionales» organizados bajo mandatos reales (Luis VII, Enrique IV, Federico II…) y con el apoyo papal. Cada vez fueron menos las cruces de trapo y más las lustrosas armaduras, logrando que los beneficios obtenidos se concentraran en menos bolsillos, promoviendo el nacimiento de la burguesía.

De igual modo, muchos señores feudales embarcados en las cruzadas para aumentar sus de tierras fallecieron, volviendo sus posesiones a la realeza, e impulsando la decadencia del feudalismo, desplazado por el auge de la clase burguesa. Los efectos económicos, por tanto, fueron evidentes desde un principio.

Apertura comercial y la llegada del capitalismo

Tras las cruzadas, el panorama europeo había cambiado radicalmente. El comercio acaparó una gran importancia y se enriqueció con los productos y materias primas de Oriente. A este respecto, las ciudades italianas situadas en el Mediterráneo fueron las más favorecidas, pero también otros territorios fundados cerca de los terrenos de conflicto.

Estas ciudades terminaron convirtiéndose en un nexo de unión entre ambos mundos, favoreciendo el comercio entre dichos territorios. La cruzadas, por otra parte, fueron fundamentales para que muchos países abrazaran los sistemas monetarios, abandonando los sistemas tradicionales de trueque.

Las cruzadas fueron un llamamiento a la gloria y la posibilidad de acceder a riquezas fuera del alcance de las clases sociales bajas. De esta manera, para muchos, el llamamiento tuvo una naturaleza económica aunque contó con el aliciente de contar con un fundamento de origen religioso y con el apoyo papal.

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