< ÍNDICE DEL MANUAL DE DIRECCIÓN COMERCIAL Y MARKETING
La búsqueda del éxito caracteriza a todo profesional y persona, aunque su definición puede variar entre los diferentes sujetos de un mismo grupo. De esta manera, comprendemos que el trabajo es traducido en muchas ocasiones como una consecución de éxitos y fracasos, que nos enfrenta a los sentimientos de frustración de forma habitual. Entonces ¿el éxito puede ser un factor motivador en sí mismo?
La labor de dirección se basa en definir el éxito en el ámbito de la organización y en transmitir el concepto a aquellos que son sus principales artífices. Para ello, debemos convertir el objetivo en un camino y vincular los pasos necesarios para llegar a él, con la motivación.
Éxito individual y empresarial
El éxito es una percepción y como tal, también tiene mucho que ver con las “interferencias sociales”. Así, una parte de nuestro éxito se define como el reconocimiento social que tiene nuestra profesión o que tenemos nosotros en ella. Este estatus no solo se basa en un puesto en sí mismo, sino en la imagen de éxito que se transmite al exterior.
La empresa debe reconocer el éxito en consonancia con la realización de un buen trabajo y respecto al cumplimiento de objetivos. Por ello, debe transmitir a los trabajadores qué se espera de ellos, para que puedan satisfacer sus motivaciones personales siguiendo la guía de la organización.
La creación de carreras profesionales bien definidas aumenta el margen de mejora de los empleados y actúa como motivador a largo plazo, así como la confección de escalas salariales y comisiones. A este respecto, el éxito y la comisión van a la par cuando se produce una venta, aunque con el tiempo se puede volver insuficiente.
Las personas necesitan sentir que progresan hacia su éxito personal, y aunque algunos son más conformistas que otros, la gran mayoría considera que el salario es el gran indicador. No solo porque mejora su estatus, sino porque les permite autorealizarse de forma plena.
En otras palabras, la empresa debe configurar el camino hacia el éxito individual y la remuneración, mediante la vinculación de los objetivos individuales con los organizacionales y estos con el dinero.
Entonces ¿el éxito motiva?
El éxito debe motivar. El éxito debe ser el motor de nuestra empresa y no lo lograremos aumentando la frustración ante el fracaso, sino mejorando la satisfacción ante el cumplimiento de los objetivos e incrementando las expectativas de futuro. Hay que vincular el éxito de los empleados con el éxito de la empresa.
Veamos un ejemplo. Cuando un vendedor logra vender un producto, siente satisfacción por haber culminado una actividad con éxito, pero si esta no trae consecuencias para su beneficio personal, terminará perdiéndose dicha sensación con el tiempo. Finalmente, puede llegar la frustración.
En este caso, el éxito no ha motivado realmente ni ha beneficiado a la empresa, al decaer el interés por la venta. En conclusión podemos decir que estamos ante algo que se debe promover desde los propios órganos de dirección.
Ahora bien, nunca debemos olvidar que, en las empresas, el éxito individual se redefine tanto en cuanto cambien las condiciones necesarias para alcanzarlo en términos grupales. Por eso tenemos que ser dinámicos y promover una actitud activa e igualmente elástica ante los cambios, adquiriendo una cultura de mejora continua.
Los empleados buscan el éxito y la remuneración, igual que los empresarios. Pero ni unos ni otros pueden dar por hecho que ambas cosas se pueden lograr a solas.
Busquemos el win-win como método para encontrar la satisfacción y el propio éxito. Transformemos las grandes metas en pequeños objetivos intermedios y luchemos contra la frustración encadenando pequeñas victorias que nos acerquen a la meta final.