Ahorrar consiste básicamente en reservar una parte de nuestros ingresos, con el fin de contar con un fondo al que acudir ante necesidades presentes o futuras. Toda rentabilidad derivada de esta acción es bienvenida, pero al mismo tiempo nos puedes llevar a cometer errores fatales.
Entre las múltiples opciones que existen, algunas son más arriesgadas que otras, por lo que según aumenta la posible rentabilidad de nuestros fondos más nos alejamos del ahorro tradicional y nos introducimos en el terreno de la inversión o de la especulación de forma indeseada.
La acción de ahorro más simple consiste en la acumulación, que podría describirse gráficamente como una persona que “pone el dinero debajo del colchón”. Hablamos de una opción arriesgada por motivos de seguridad, pero que además limita la disponibilidad de estos fondos, complica su desplazamiento y no produce rentabilidad de por sí. Por otro lado, nos puede producir problemas de índole legal a la hora de tratar de demostrar el origen del dinero y nos enfrenta a limitaciones de consumo, pues cada vez disminuye más el límite máximo de pagos en efectivo.
En este momento nos plantearemos una mejor vía para nuestro dinero y la solución más sencilla pasa por guardar nuestro dinero en una entidad bancaria, que además de facilitarnos el acceso a los fondos desde cualquier momento y lugar (gracias a productos como las tarjetas de crédito/débito), nos puede ofrecer rentabilidad, seguridad y garantías, normalmente a cambio de comisiones.
Estas entidades nos pueden facilitar el acceso a paquetes específicos de ahorro en los que se limita la disponibilidad de la parte de nuestro dinero que decidamos, a cambio de una mayor rentabilidad. De esta manera, tendríamos parte de nuestro dinero disponible (renta de consumo) en cuya cuenta podríamos domiciliar nuestros pagos, cargar gastos de tarjeta o realizar transacciones, y una cuenta de ahorro a la que no se podría acceder de forma inmediata.
Ya estamos entrando en un terreno ajeno al mero ahorro, pues invertimos parte de nuestro dinero para obtener rentas futuras. La lógica bancaria nos puede hacer pensar que nos movemos en un entorno completamente controlado, pero precisamente por eso podemos cometer errores al contratar paquetes que van un paso más allá de lo que podríamos esperar, disfrazados bajo una mayor rentabilidad. Este atractivo no debe disfrazar el precio de estos intereses: un mayor riesgo.
Estos paquetes deben ser estudiados mediante tres criterios: rentabilidad, seguridad y plazo. Normalmente, cuanta más rentabilidad nos ofrezca un producto, más nos acerca a la especulación, por lo que tenemos que ser consciente de dónde vamos a meter nuestro dinero.
Antes de optar por introducir nuestros ahorros en fondos de renta variable cuya rentabilidad no está asegurada, debemos estudiar la posibilidad de acceder a productos de renta fija o mixta. La renta fija es algo similar a un préstamo que le hacemos a un país (deuda pública) o entidad (deuda privada) que emite títulos con los que se nos asegura cierta rentabilidad o “tipo de interés” en un plazo fijo.
Así, ellos logran financiarse y nosotros logramos aumentar nuestros ahorros. Por otro lado, si necesitamos disponer del dinero antes de lo previsto, se puede acudir al mercado para vender el título y recuperar los fondos rápidamente.
¿Esto significa que la renta fija es totalmente segura? No. Como hemos dicho, según aumenta la rentabilidad aumenta el riesgo, y esto también se aplica a estos productos. El mayor riesgo parte de la insolvencia del emisor, que es especialmente sensible en el caso de las empresas privadas.
Si la compañía quiebra, nuestros fondos quedan comprometidos, aunque por otro lado es prácticamente imposible que un país desarrollado llegue a este punto. De este modo, la deuda privada suele necesitar ofrecer mayores rentabilidades para llamar la atención del inversor, que especula con el valor de sus acciones.
Por otro lado, las posibles fluctuaciones del tipo de interés pueden hacer que incluso lleguemos a perder parte de nuestros ahorros cuando queramos vender los títulos en el mercado.
Lo que debemos entender de todo esto, es que los productos avanzados requieren que nos informemos muy bien sobre ellos antes de tomas la decisión de entrar ¿hay riesgo de tipo de cambio? ¿existe la posibilidad de que el emisor realice una amortización anticipada? ¿entendemos lo que estos conceptos pueden suponer para nuestros ahorros?
Efectivamente, ya estamos lejos del ahorro más tradicional basado en acumular rendimientos. Esto es porque intentamos generar nuevos fondos a cambio de un riesgo, aunque sea pequeño. Por ello, lo mejor es no apostar todo a la misma carta y buscar la seguridad. Es lo que se llama “diversificación de carteras”.
¿Queremos más rentabilidad? Pues también tendremos más riesgo, y esto lo podemos ver en la renta mixta (mezcla de fija y variable en un solo producto) y en la variable, que en pocas palabras significa jugar con nuestro dinero en bolsa. Aquí tendremos que analizar si podemos hacer una inversión a largo plazo, si invertimos en bolsas emergentes, si existe reparto de dividendos, etc…
En momentos convulsos en los que la bolsa se muestra inestable, tanto las ganancias como las pérdidas pueden ser voluminosas ¿queremos comprometer todos nuestros ahorros a esta posibilidad? ¿podemos asumir una posible pérdida? en definitiva: ¿queremos especular? ¿queremos hacer una apuesta a corto o largo plazo?
El dinero puede tener muchos hogares, y las materias primas son algunas de ellas. Un ejemplo claro lo vemos con el auge del oro, que es descrito como valor refugio, pese a que su precio podría estar estancándose e incluso decayendo levemente tras los fuertes aumentos que se han acumulado desde los últimos dos años.
Comprar oro con nuestros ahorros es una opción, pero no carente de riesgos más allá de si optamos porque se nos entregue el oro, o por pagar la custodia a una compañía de contrastada confianza.
Además de comprar oro directamente, se puede optar por invertir en las empresas del sector que cotizan en bolsa, asumiendo los riesgos que puedan derivar del valor del oro.
¿Y se puede invertir en otros valores? Por supuesto, se puede invertir en cualquier materia prima, como el crudo, o sector, pero todos tienen un valor especulativo que puede alejarnos del ahorro. Por ejemplo, hace unos años se consideraba que invertir en el sector inmobiliario era una apuesta segura y tras la explosión de la burbuja, ha pasado a ser una actividad totalmente contraindicada.
En definitiva, hay muchas formas de gestionar nuestros ahorros, pero algunas suponen un riesgo y podrían estar haciéndolos desaparecer… o podría estar multiplicándolos. Lo más importante es saber lo que estamos haciendo y contar con toda la información necesaria. No nos dejemos llevar por la avaricia y recordemos que la información es poder.