La gestión de las carteras de inversión se estructura sobre la teoría expuesta en 1952 por Harry M. Markowitz que dio pie a la llamada “teoría moderna de cartera”. En ella se nos habla de un binomio íntimamente relacionado formado por la rentabilidad y el riesgo con el que nos encontraremos al invertir en bolsa.

Resulta imposible alterar uno de los factores sin afectar al otro por lo que la gestión de nuestra cartera deberá asumir ciertos riesgos para obtener determinadas rentabilidades. Esto complica bastante la gestión de carteras dado el gran número de valores que pueden tenerse que controlar.

Para ello William F. Sharpe utilizó el modelo matemático iniciado por Markowitz y lo simplificó en el denominado “modelo de mercado”. A la postre obtendrían un premio Nobel (1999) junto a Merton M. Miller por su trabajo en la teoría de la economía financiera.

En este modelo se dice que la rentabilidad de nuestra cartera se define por la media ponderada de las rentabilidades esperadas en los valores que poseemos. Por otro lado, el riesgo se define principalmente en función del peso que tenga cada valor en cartera.

La unión de la rentabilidad y el riesgo fue representado con el llamado coeficiente “Beta”, destinado a medir la variación de la rentabilidad de un valor respecto al mercado. Esto nos dirá el riesgo del valor (matemáticamente expresado) y del efecto que producirá sobre el riesgo total de nuestra cartera.

Cuando encontramos “Betas” con valor “1” entenderemos que el valor muestra un comportamiento idéntico al del mercado y a más “Beta” podemos afirmar que mayor será la influencia del mercado sobre el valor. Es decir, un pequeño cambio en el mercado puede tener grandes efectos sobre un valor si su “Beta” es muy alta mientras que un valor próximo a 1 nos muestra un comportamiento cercano al general del índice.

El riesgo representa la posibilidad de que obtengamos menores rentabilidades a las esperadas de un valor y se mide por la dispersión de los resultados respecto a la expectativa.

Este riesgo se puede expresar de dos maneras, como sistemático y como no sistemático. La “Beta” nos habla del riesgo sistemático, es decir, de aquel que se puede explicar por las variaciones del índice donde cotizan. El no sistemático, por otro lado, vendrá definido por las características y acontecimientos internos de cada empresa cotizada.

La diversificación de los riesgos es la base de una cartera eficiente. Según Sharpe no debería contener valores con riesgos no sistemáticos, es decir, posibles problemas financieros. Para ello lo que se recomienda es invertir en valores con “Betas” próximas a “1” y seleccionar títulos poco correlacionados para que el riesgo de toda la cartera no se vea afectada por la baja rentabilidad de un determinado valor. Esto disminuye la probabilidad de que se trunquen las expectativas por motivos no relacionados con el mercado.

Según sus estudios matemáticos la correcta diversificación comienza en torno a los 8 valores en cartera. Con menos, el riesgo asumido por cada título afectará más al computo general. Por ejemplo: si solo tenemos un valor, el riesgo sobre la cartera será máximo y nuestras pérdidas totales en caso de quiebra de la empresa. Si tenemos 8 el riesgo sobre el total de la cartera se comienza a diluir de manera óptima.

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