Muchas de las políticas de recursos humanos vienen definidas por las conquistas sociales en materia de derechos laborales que se han ido consiguiendo, en cuyo camino encontramos la necesaria y compleja conciliación entre la vida familiar y profesional.

No obstante, no estamos ante una simple necesidad social, sino que nos encontramos ante una herramienta que juega a favor de la motivación y el rendimiento de los equipos de trabajo y que, por tanto, puede representar una mejora a nivel de empleado y empleador.

La importancia de la dimensión familiar

La familia representa el núcleo de toda sociedad y la conciliación deberá ser impulsada por las leyes nacionales como un paso natural hacia la modernidad, lo cual sigue resultando un reto que se no se ha afrontado con determinación.

Como consecuencia, cada vez se retrasa más la edad de maternidad/paternidad y caen las cifras de nacimientos en nuestro país, invirtiendo la pirámide poblacional. Tampoco podemos olvidar que se lastran los cambios relativos al rol de género y que, aunque cada vez es más necesario que ambos progenitores trabajen, también así resultará muy complicado atender las necesidades familiares.

Es evidente que existe una barrera demasiado grande entre la dimensión laboral y la familiar, que influyen de forma determinante en el desarrollo profesional de los trabajadores, que para evitar que su carrera se vea lastrada deciden retrasar el hecho de tener hijos. En muchos casos esto representa la frustración de un objetivo vital, que se traduce en una desmotivación que será evidente tarde o temprano.

  • La conciliación facilita el camino de los empleados hacia la auto-realización
  • Mejora el sentimiento de pertenencia a la organización
  • Aumenta la seguridad de los trabajadores y su concentración
  • Permite conectar los objetivos personales y profesionales
  • Mejora la motivación y el rendimiento individual
  • Reduce la carga de estrés del trabajador
  • Incorpora valores sociales a las empresas

La sociedad reclama conciliación y las empresas también deberían hacerlo, porque un trabajador desarrollado en su vida personal es una persona más feliz y productiva, que podrá conectar mejor sus objetivos profesionales con su realidad familiar y que no percibirá el mundo y laboral como dimensiones alejadas, sino como partes diferenciadas de una misma realidad.

Un reto lleno de matices

La economía de las personas es una economía que no nos obliga a renunciar a una parte importante de nosotros mismos, pero es un reto difícil de lograr en la práctica, así que debe ser definida con una palabra igualmente compleja: equilibrio.

La conciliación familiar es la búsqueda de un equilibrio razonable entre el trabajo y la vida personal, pasando de definirnos como trabajadores a hacerlo como personas que trabajaban. Algo que en el papel puede resultar sencillo, pero que en la práctica se convierte en algo tremendamente complicado.

Es decir, permitir que se desarrolle más de una faceta en nuestras vidas al mismo tiempo es una de nuestras materias pendientes, pero no es algo que solo deban cambiar las empresas o las leyes, sino que engloba una actitud que también debemos perseguir la sociedad como conjunto.

Actualmente la conciliación se concibe como una serie de permisos y derechos de excepción ante circunstancias muy concretas, pero no se ha definido como una realidad permanente que debe formar parte de una sociedad moderna. Necesitamos un contrato social que nos ampare. No obstante ¿cómo comenzamos a construir este nuevo derecho? ¿cómo podemos alcanzar el equilibrio?

  • Es necesario reajustar los horarios y la duración de las jornadas laborales
  • Hay que tener consciencia de la compleja realidad social y familiar
  • Las empresas deben ceder terreno ante lo que debería ser un derecho social
  • Es necesario aumentar las prestaciones sociales de apoyo a la crianza

No podemos buscar las respuestas únicamente en el ámbito laboral, sino que necesitamos propuestas desde el ámbito público y un marco sociocultural consciente de lo importante que resulta conquistar la conciliación. No deberíamos estar obligados a priorizar entre familia y trabajo, sino que tendríamos que estar obligados a encontrar ese equilibrio que de momento se nos escapa de las manos.

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Imagen | Parker Knight

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